Justo en el momento en que crees que la delincuencia en México no puede ser peor, te encuentras con algo que te demuestra lo contrario y no por la gravedad del acto sino por la desfachatez de este.
¿Es en serio? ¿Hasta qué grado de delincuencia podremos llegar? ¿Se puede más, carajo? La poca diversión y felicidad que podría imaginarse, en un mundo tan decepcionante, también es perturbada y hasta truncada por la nula seguridad que hay.
Con situaciones de este tipo ya no sabemos si llorar o reír, por lo increíble que parecen (y al mismo tiempo decepcionante); y no es que un simple boleto de concierto sea más importante que otras cosas, sino es la acción, el por qué llegar a esas circunstancias, el por qué siempre joderle la vida a alguien.
Irrita totalmente que, ni dentro de una estación de metro se pueda estar tranquilo, irrita que los delincuentes se aprovechen de cada detalle, por más insignificante que parezca, irrita ya no poder disfrutar de nada, sin temer a ser asaltados o peor.
Por hechos como este es que nacen los justicieros anónimos y no los estamos justificando, pero confiar en las autoridades ya es algo efímero, y estamos hartos de tener que limitarnos en cosas y actividades que sean siempre la única solución. ¿O ustedes qué opinan?
Es algo como lo que pasa con la violencia de género, ¿por qué enseñar a las mujeres a “no provocar a los hombres” en diversos sentidos, en lugar de enseñarles a ellos las acciones que no deber tener hacia las mujeres?; ¿por qué no educar a las personas desde un principio a no robar o a que se cumpla la ley, cuando comenten tal acto en lugar de sugerir a la gente no salir sola, entre otras cosas?