Aceptando no tener pruebas, el New York Times publicó el pasado lunes 19 de junio, que desde la administración de Felipe Calderón, el Gobierno Mexicano habría destinado 80 millones de dólares en programas de espionaje.
Esto se da en el marco de medidas de austeridad propuestas en el Paquete Económico 2017 presentado por José Antonio Meade (pero hecho por Luis Videgaray), en septiembre del año pasado.
Se recortaron 70 mil millones de pesos, con el fin de frenar la deuda que comenzaba a superar el 55 por ciento del Producto Interno Bruto, y así lograr un superávit primario en el presupuesto gubernamental del 2017.
Aunque sí se logró el superávit, éste fue gracias a la devaluación del peso, generada por la incertidumbre macroeconómica de Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos. Con el dólar superando los 20 pesos, el Banco de México entregó remanentes récord a la Secretaría de Hacienda, de 61 mil 562 millones de dólares.
Cobijados por este supuesto logró, las medidas de austeridad propuestas por el Gobierno Federal fueron desatendidas; para mayo de 2017, la Federación ya había superado entre 70 y 90 veces el presupuesto asignado por el Legislativo, sólo para el rubro de publicidad.
En este contexto, la noticia de que el Ejecutivo habría gastado 80 millones de dólares en programas de espionaje explotó en dos flancos: la vulneración a la privacidad y el desfalco al erario público.
La situación provocó una bomba mediática, sobre todo al saber que el equipo pudo ser utilizado para espiar a periodistas “incómodos”, resaltando el nombre de Carmen Aristegui y sorprendiendo el de Carlos Loret de Mola, cobijado por la sombra de Televisa, la misma que llevó a Peña Nieto a la Presidencia.
Pero esta noticia no debe sorprender a nadie. En julio de 2012, se supo que la Sedena le dio sin licitación, cinco mil millones de dólares, a la empresa Security Tracking Devices, S.A. de C.V., para comprar equipo que le permitiera intervenir teléfonos móviles.
En el marco de la Guerra contra las Drogas, de Felipe Calderón, la seguridad nacional se volvió un pretexto para vulnerar la privacidad de los particulares. Sólo un Estado se asume como tal, cuando reconoce los factores que ponen en riesgo su régimen.
En ese sentido, el espionaje ha sido el pan de cada día, desde los tiempos de la Guerra Fría, e incluso desde épocas decimonónicas. La diferencia es que ahora la información obtenida puede ser utilizada para extorsionar.