Cada vez el número de personas que viven en lugares en condiciones indignas son más, tristemente prefieren amontonar a la gente en poco espacio y escatimar en los recursos, con tal de ahorrar la mayor cantidad posible de dinero y “aprovechar” lo más que puedan cada centímetro cuadrado.
Pero, ¿qué pasa cuando llega una catástrofe? Un desastre natural, por más mínimo que sea, puede llegar a dejar sin hogar a millones de personas y es algo que se considera, una vez sucedida la tragedia, como dijeran “ahogado el niño, tapan el pozo”, y eso no estamos tan seguros de que traten de solucionarlo.
¿Sabían ustedes que son 34 millones de personas en México las que viven en condiciones de hacinamiento? Es decir, que sus casas o departamentos tienen rezago habitacional, o sea que los materiales que fueron utilizados para su construcción están deteriorados, son de mala o baja calidad, o simplemente son desechos.
Entonces, de acuerdo al INEGI, hasta 2015 era el 28% de los habitante los que vivían en estas condiciones (podría ser que ahora ya haya incrementado el porcentaje hasta 30).
Dicho rezago habitacional también abarca todas aquellas viviendas que no han sido completadas en su construcción, y son tres estados los que concentran la mayor cantidad de casos: Estado de México, Ciudad de México y Veracruz.
Irrita que un gran porcentaje de la población tenga que vivir en condiciones de hacinamiento, irrita que el gobierno no se preocupe por situaciones de este tipo, que a la larga, además de ir aumentando, también ponen en riesgo, de cierto modo, la seguridad de las mismas personas que ahí viven; es verdaderamente irritante que prefieran engordarse los bolsillos, que dar mejores condiciones de vida al pueblo.