Felipe Calderón y sus políticas de seguridad pública dejaron un saldo de 121 mil víctimas de homicidio en seis años. Analistas como Alejandro Hope estiman que para el final de su sexenio, Enrique Peña Nieto podría llegar a 117 mil víctimas de homicidio.
A mediados de 2017, el país superó el récord histórico de asesinatos con 12,155 crímenes; hoy en día las carpetas de investigación por homicidio doloso, superan las 18 mil 500 carpetas, lo que se traduce en 21 mil 200 víctimas.
De acuerdo con el mismo Enrique Peña Nieto, una parte importante de esos homicidios ya no está relacionada con el crimen organizado sino con delitos del fuero común.
No obstante, la organización Semáforo Delictivo señaló que el 72 por ciento de los homicidios sí son ejecuciones del crimen organizado, lo que contrasta con lo dicho por el Presidente de la República.
Las cifras de Peña Nieto están basadas en los datos del Gabinete de Seguridad; sin embargo, su metodología, a decir del experto en seguridad Alejandro Hope, “tiene algunos problemas” pues su base de datos se basa en deducciones basadas en las características del crimen o de las víctimas, dando paso a una enorme laguna subjetiva, que da por hecho que el crimen organizado usa los mismos métodos y no son replicables.
Uno de los rasgos más comunes es el perfil de las víctimas, pues de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), más del 60 por ciento de los asesinados eran jóvenes menores de 40 años, y el 75 por ciento no superaba los estudios de secundaria.
La cifra récord de violencia, este año, se enfoca en un sector específico de la población, cuya influencia política y capacidad de denuncia es verdaderamente minúscula.
El ya mencionado especialista Alejandro Hope, hizo una reflexión interesante: el sismo del 19 de septiembre dejó 471 personas fallecidas y movilizó una gran oleada de ayuda, espacios televisivos y tinta derramada.
Pero los muertos que ha habido por la violencia, apenas si han merecido un recuento de datos estadísticos, obviando por completo el perfil y el lado humano de cada una de las víctimas, aportando cada vez más, a la insensibilidad de la población.