La niñez mexicana está descuidada, abandonada y al borde del abismo, porque al sistema establecido lo que menos le interesa son los que apenas empiezan a vivir.
Pese a que la Constitución Mexicana manda que los niños deben ser protegidos en su salud, educación y vivienda, como una obligación de los padres y del Estado, más de 18 millones de menores padecen condiciones de pobreza que nos recuerdan lo poco que se cumple la ley en este país.
¿Qué futuro se puede construir para un niño que vive marginado, sin educación y en condiciones extremas de sobrevivencia? Y la respuesta es: ¡nada!, no hay un futuro claro para casi la mitad de los niños mexicanos, que ni siquiera tienen asegurado el alimento del día siguiente.
Por otro lado, casi la mitad de los niños en México afirma haber sufrido algún tipo de abuso y principalmente propiciado por alguien cercano, como un miembro de la familia o un maestro.
El fermento social que genera la violencia, el narcotráfico, los feminicidios y toda la descomposición, está alimentado por estas situaciones. Cada crimen es perpetrado por un adulto que fue un niño pobre, sin escuela, sin atención psicológica y relegado de la sociedad por sus condiciones económicas o familiares.
En temas de salud, la niñez mexicana es tal vez la más enferma del planeta. Casi la mitad de los niños mexicanos padece obesidad, mientras otra buena parte está desnutrida, porque no tiene dinero para comer.
Esos contrastes nos hablan de un hecho contundente: México no es un país construido para el bien de la niñez.
Irrita pensar que, en efecto, nadie piensa en los niños de este país. La política, la economía y la seguridad están pensados en términos grandes, pero no hay un organismo que realmente asegure las necesidades de los más jóvenes, para que puedan crecer bien y ser ciudadanos útiles en el futuro.