La idea original de los zoológicos era resguardar especies que estaban en peligro de extinción, por la mano insaciable del hombre. De esa idea a la actualidad, estos recintos se han convertido en centros de explotación, entretenimiento para miles de inconscientes que pretenden ignorar todo el dolor de los animales, que viven esclavizados en esos sitios.
La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) afirma que seis de cada diez zoológicos en México, han recibido denuncias por malos tratos hacia los animales, explotación o incluso tráfico de especies.
¿Cómo es que un lugar que debería ser de protección y cuidado, termina siendo una trampa de horror? La respuesta es fácil cuando sabemos que más de tres mil personas visitan cada zoológico de México al día, aprobando con ello todo lo que significan esos lugares para los animales que ahí viven.
México ha avanzado mucho en temas de protección y derechos animales, empezando por la prohibición del uso de especies salvajes en circos y espectáculos de entretenimiento, sin embargo, la cultura popular aún no logra comprender que no debe servirse de otras formas de vida para su diversión, y menos aún para hacer dinero a su costa.
A nivel mundial el avance es convertir los zoológicos en verdaderos santuarios de vida salvaje, lugares donde los animales estén en lugares abiertos, libres de jaulas y del asedio de visitantes morbosos que sólo quieren tomar fotos y molestar.
El problema es que, finalmente los zoológicos son un negocio millonario para sus dueños, una mina de oro que sigue dando frutos mientras haya quién los visite y una cultura que los defienda como un entretenimiento “sano y familiar”.
¿Qué de familiar puede haber en ir a ver animales encerrados, tristes y enfermos?