Las pensiones no alcanzan, son bajas, limitadas y no proveen el mínimo. ¿Qué pasará cuando ya ni siquiera existan?, ¿quién mantendrá a los viejos que hoy son jóvenes?
A los jóvenes de hoy no les alcanzará la vida para obtener una pensión justa: tendrían que trabajar más allá de los 70 años y comenzar a ahorrar casi desde que nacen, para obtener una fracción de lo que recibieron sus padres.

Con el régimen anterior de pensiones, nadie recibía, tras de 500 semanas de cotización en el IMSS o en el ISSSTE, menos de 40% de sus último salario. Con el nuevo modelo, basado en cuentas individuales, se van a necesitar al menos 1,250 semanas para recibir un máximo de 30% del último salario.
El problema está en el diseño del modelo, que se basa en bajas tasas de cotización y retorno, pero en altas comisiones para la empresa que administra los ahorros de los trabajadores.
La tasa de cotización del IMSS es de 6.5% del salario del trabajador, contra el 15% que dictan las normas internacionales. Y la tasa de reemplazo es de 28% de lo que ganaba antes de retirarse, cuando tendría que ser del 70% para garantizar una pensión mínima.

Hasta el Melbourne Mercer Global Index (MMGI), que evalúa los sistemas de jubilación de 30 países, reprobó al sistema mexicano por ineficaz e insostenible, y lo ubicó en el lugar 27.
La generación que terminará pagando el mayor costo de esta transición será la de los millennials, que, además de recibir una pensión mucho más baja, tendrán que aportar a la de sus padres y abuelos, a través de impuestos. Pero en México, nadie quiere hablar del tema, porque implica elevar las cuotas obrero-patronales y la deuda fiscal.
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