Si tuviste mucha suerte pudiste ser de ese sector poblacional que tuvo una educación sexual inteligente, informada y abierta. Pero si no, entonces perteneces a la otra parte a la que la criaron en la ceguera, entre el miedo del pecado mortal y la promesa de que las manos se caen y el niño Jesús llora cada que tienes un orgasmo.
Vivimos en el país de la Virgen de Guadalupe, con 8 de cada 10 que pertenecen a la Iglesia Católica y aseguran vivir bajo sus preceptos, y para rematar unos grados de ignorancia que deberían darnos vergüenza.
Bajo este triste panorama no suena raro que la educación sexual en México, en pleno siglo XXI, todavía sea tabú y materia de controversia en los círculos sociales.
Narciso Bassols fue un político mexicano que estuvo al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en la década de los 30. Su mayor aportación al sector fue un primer intento por incluir la educación sexual en las escuelas de instrucción básica, algo que no progresó por la fuerte influencia de la Iglesia Católica y los grupos más conservadores del país.
La llamada “Unión Nacional de Padres de Familia”, que hasta hoy sigue poniendo trabas al progreso de los mexicanos, se pronunció en esa época por evitar que sus hijos fueran instruidos en “la inmoralidad y la perdición”. Y lo logró porque el proyecto quedó guardado hasta los años 60, cuando el gobierno se preocupó por el excesivo crecimiento de la población que hacía referencia directa a la ignorancia de las personas sobre su propia sexualidad.
Embarazos no deseados, violencia e incluso Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) comenzaron a pulular entre los mexicanos de todos los niveles y ante la negativa de la sociedad a avanzar al mismo ritmo que el resto del planeta.
Con el paso del tiempo la educación sexual ha ido teniendo más presencia en la educación básica, aunque México aún está a años luz de distancia respecto a países desarrollados donde el tema se estudia lo mismo que las matemáticas o la lengua.
En 2016 la SEP hizo modificaciones a los libros de texto de primaria e incluyo temas como la homosexualidad, el aborto y la masturbación. Sin embargo, otra vez el sector conservador del país se pronunció por cerrarle los ojos a los niños, asegurando que tanta información era innecesaria y provocaría promiscuidad.
¿Más promiscuidad que ser el primer lugar mundial en niñas embarazadas?, ¿más daño que tener el primer lugar en abuso sexual infantil?, ¿peor que saber que el 70% de los jóvenes no saben cómo funcionan los anticonceptivos?
No sólo es la educación sexual, en todos los ámbitos México siempre lucha contra un sector “cangrejo” que no quiere avanzar, al que no le conviene que los mexicanos se empoderen, crezcan y dejen de ser ignorantes.
¿Qué pasaría si las niñas mexicanas supieran que pueden elegir a sus parejas sexuales, que pueden controlar su biología e incluso que no necesitan un compañero sexual para satisfacer sus necesidades? Se acabarían las madres adolescentes, bajarían los matrimonios y muchas más personas dejarían de ir a la iglesia para pedir por sus pecados.