¿Todavía compras productos milagro?, ¿quién te hizo tanto daño?

Yo fui una adolescente gorda, no entraba en las tallas de la ropa de moda y muy seguido avergonzaba a mi familia por mi físico con forma de piñata.

Fue en esa época cuando, en medio del drama de ser talla extra grande, descubrí que una cosa es tener kilos de más y otra cosa es ser idiota. En una tienda de conveniencia descubrí una “crema adelgazante”, una especie de remedio mágico para las gordas como yo, que soñaban ser talla 0 sin mover un dedo; las instrucciones rezaban algo como: “Lea un libro, sea feliz y embarre este menjurje por toda su enorme lonja”.

Las gordas, los que tienen granos, los jorobados, las que sueñan con ser rubias, las bigotonas y hasta los que nacieron feos, hay todo un mundo de personas que son clientes perfectos de los llamados “productos milagro”, inventos de los laboratorios para ilusionar y vender mucho a través del autoengaño.

Pasaron muchos años del asunto de la crema que recomendaba ser feliz, adelgacé, hice mucho ejercicio y me obsesioné un poco con el tema, al grado de que en un viaje a la playa me convertí en otra víctima de la ilusión comercial. Aún cuando estaba por debajo del peso normal me sentía obesa y me intimidaba usar traje de baño con toda esa gordura que sólo estaba en mi imaginación, así que corrí a una tienda naturista a buscar el famoso “té de las bailarinas”, un remedio que suele ser usado por quienes desean adelgazar de urgencia y no temen a las consecuencias.

No fue muy caro, me costó unos $60 pesos y traía muchas bolsas de té, sin embargo, hubiera sido más barato beber agua de un escusado público o lamer el piso porque el resultado fue el mismo: me dio una diarrea infernal, medio viaje me la pasé en el baño y la otra mitad pensando en la hora de mi muerte.

El asunto en todo esto es que los “productos milagro” están pensados para quienes no pueden aceptar la realidad y prefieren comprar mentiras, creer que serán delgados, rubios o incluso más inteligentes tomando una pastilla, sin entender que la autoaceptación y el cambio van de la mano por el mismo camino.

En fin, así como yo en ese entonces muchas personas aún siguen creyendo en las cremas, los tés y las medicinas que les da la virgencita para que se vayan al cielo más rápido por una diarrea tercermundista.

@LosIrritantes

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