No seas otro mexicano llorón

La vida, la educación y los valores ya no son lo que solían ser. ¿Será que ahora los mexicanos somos más chillones que antes?

En el México del pasado la disyuntiva de todo sólo se discutía entre dos: o tenías pantalones y le seguías, o eras un cobarde sin perdón. Y tu mamá te lo decía para que no tuvieras duda al respecto.

Pero en el México de la actualidad, el hecho de seguir pese a las circunstancias no es algo que se valore.

Uno de los principales problemas en la educación del siglo XXI es la notoria ausencia de “Tolerancia a la Frustración”, rimbombante título para lo que antes se resumía en un “¡no chille!” y un zape bien dado para aprender que en la vida a veces se gana y a veces se pierde, que las cosas no siempre son como queremos, que pueden salir mal, muy mal y pésimo, pero igual el mundo sigue rodando y no pasa nada.

Los mexicanos de hoy no tienen tolerancia a la frustración para absolutamente nada, basta ver un partido de fútbol para darse cuenta que el equipo que pierde siempre alegará mal arbitraje, una baja en su cuadro defensivo o hasta que el pasto estaba mojado, cualquier pretexto en lugar de aceptar que le tocó perder y punto.

En la política pasa igual. Aún sin tomar en cuenta los altos índices de corrupción en México, cualquier elección siempre es motivo de discusión porque los perdedores nunca aceptan que la voluntad de la mayoría fue una u otra, y por fuerza alguien tuvo que haber metido mano negra en el asunto.

Trasladado a ámbitos más cotidianos, los mexicanos no tienen tolerancia a la frustración ni siquiera en el tránsito. Que los agarre un alto, que los detenga una patrulla o que los rebase otro cualquiera, todo es motivo de discusión porque nadie es capaz de ceder su sitio un poco, dejar que el otro pase, gane o decida por el simple hecho de hacerlo.

En los últimos 25 años el índice de suicidios en México se duplicó, ¿y cómo no se van a suicidar los mexicanos, si cuando niños no les enseñaron a perder en el juego, a aceptar una nota baja en la escuela o a reconocer un error sin hacer drama? Y luego llegan a la vida real, donde lo mismo te despiden del trabajo que pierdes los ahorros de tu vida, te roban el auto o te divorcias, y se dan un balazo porque no soportan la frustración.

El problema aquí es que se están criando sociedades llenas de “intolerantes a la frustración”, niños que no reciben regaños, no aceptan “no” por respuesta, son impacientes, exigentes y caprichosos, libres de los zapes de la infancia, pero jamás preparados para los terremotos de la vida real.

Y así nos preguntamos por qué más del 25% de los jóvenes mexicanos en edad productiva no tienen ocupación, empleo o escuela. Por supuesto que es más fácil para ellos pensar que el sistema está mal, la vida es muy difícil o es demasiado arriesgado siquiera intentarlo, antes que salir al mundo a tratar de convertirse en sujetos autosuficientes.

No es más difícil el México de ahora, es sólo que los mexicanos son más cobardes y lloran hasta porque sube el kilo de huevo.

¿Sabías que en 1915, en medio de la Revolución Mexicana, la Ciudad de México vivió el “año del hambre”? Se trató de una crisis social espantosa en la que el dinero dejó de tener valor, era simple papel, y los alimentos se redujeron al mínimo.

No había comida ni posibilidad de comprar y además llovían los balazos, pero con todo eso el índice de suicidios no creció en la ciudad, las personas no dejaron de trabajar y la vida no se detuvo, y muchas incluso llegaron a viejas.

¿Entonces por qué, en pleno siglo XXI y con todo resuelto, los mexicanos lloramos por cualquier tontería?

@LosIrritantes

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