Una de las primeras lecciones que aprendemos en la infancia es que hacer trampa no está bien, no es divertido y socialmente es algo que se rechaza, a los tramposos nadie los quiere. Sin embargo, en México estamos tan acostumbrados a saltarnos las reglas y sacar ventaja, que ya hasta ser un mentiroso parece natural.
Durante el famoso Maratón de la Ciudad de México, en el que participan cada año más de 40 mil corredores, el 36% hace trampa. Año con año estos sujetos se toman fotos en la salida, se ponen la camiseta y promocionan que son grandes deportistas, pero en algún punto cortan, se van en Metro o en auto, y llegan a la meta celebrando una distancia que no hicieron.
No sólo es de pena ajena que tantas personas caigan en esta mentira, además es un encuentro con la dura realidad de un país donde la deshonestidad es un problema de salud pública; muchos piensan que la corrupción está en los políticos, en las instituciones y en los millones que se van a los bolsillos de los funcionarios, pero la realidad es que la corrupción está en cada mexicano que miente, que hace trampa y que vive aparentando identidades que no son.
En 2019 la organización del Maratón de la CDMX anunció que daría una nueva oportunidad a los tramposos, pues antes habían quedado fuera y en un oscuro registro histórico.
Los directivos aseguran que esto es una nueva oportunidad para los corredores, un intento por reivindicarlos y permitirles que ahora sí hagan la distancia real. Aunque para como se mueve el running en la capital del país, esta decisión tiene más que ver con una cuestión de dinero, tomando en cuenta que cada inscripción cuesta $650 pesos.
Como cualquier deporte, correr requiere entrenamiento previo, disciplina y conocimiento del tema, y enfrentar un maratón implica varios meses de preparación, así como una condición física ideal con la que muchos participantes del Maratón de la CDMX no cuentan, por lo que incluso podrían estar poniendo en riesgo su vida.