En junio del 2019 el gobierno de la Ciudad de México, a cargo de Claudia Sheinbaum, decretó que en todas las escuelas primarias y secundarias de la entidad, públicas y privadas, los niños y las niñas tenían derecho a elegir si usar falda o pantalón como uniforme.

Y entonces apareció una enorme maraña de dilemas morales, desde quienes afirman que se trata de una manipulación sobre la vida de los menores y una manera de llevarlos a la homosexualidad, hasta quienes apoyan el camino hacia la diversidad y la libertad para decidir cómo quieren vestir los menores.

El problema en todo esto es que la decisión del gobierno chilango es demasiado avanzada para un país tan retrograda como México, donde las mujeres todavía creen que tienen que ir por las tortillas y los hombres escupen para demostrar su masculinidad.

No es por nada, pero los mexicanos aún estamos años luz de distancia respecto a los países desarrollados donde el uniforme escolar ni siquiera es un tema a tratar porque los niños y las niñas van a la escuela como les da la gana.

Ante la medida las críticas no se hicieron esperar y con ello el machismo, la ignorancia y la homofobia se dejaron ver; es increíble que en pleno siglo XXI buena parte de la población siga pensando que una prenda, falda o pantalón, puede definir la orientación sexual de alguien o siquiera significar algo en su personalidad.

Por supuesto a esos retrogradas no les han dicho que hay muchas escuelas en México, desde hace tiempo, que han eliminado el uniforme de las aulas y permiten a los alumnos escoger su vestimenta diaria, mientras otras tantas han optado por un uniforme sin género, cómodo para todos y todas.

Y sí, viendo lo que opina la mayoría de una decisión que podría ser un avance en términos de diversidad sexual e igualdad de género, entendemos por qué no hemos logrado tener un gobierno mínimamente útil o que al menos tome decisiones sensatas en pro del país.

@LosIrritantes