El Covid-19 tuvo un gran impacto en la forma en que México buscó satisfacer las necesidades alimentarias, sanitarias y económicas de la población. La baja en los ingresos de los hogares y las alteraciones de la cadena de suministros por las restricciones logísticas y de movimientos que causó la pandemia, aunado a la desigualdad económica, social y del medio ambiente, ocasionaron el aumento del hambre y la malnutrición en el territorio mexicano.
“La unidad de inteligencia de la revista Economist por encargo de Corteva Agriscience de DowDupont, presentó el resultado de la novena edición de su índice global de seguridad alimentaria 2020”, en el cual por segundo año consecutivo destacó un retroceso en las necesidades alimentarias a nivel mundial.
El estudio se clasifica en 4 categorías para su análisis:
1.-La accesibilidad (precio).
2.-Disponibilidad (alimentos en el mercado).
3.-Calidad.
4.-Recursos naturales y resiliencia, que mide la exposición a los shocks climáticos, calidad de la tierra y el agua, estrés poblacional, y el compromiso del gobierno para hacer frente a los impactos del cambio climático en la agricultura.
Según el estudio de la revista Economist, México “bajó dos peldaños en el ranking del índice global de seguridad alimentaria para ocupar la posición 45 con una calificación de 66.2, 1.7 puntos menos que en 2019”. A pesar de que México tiene una amplia disponibilidad de alimentos en el mercado, enormes campos fértiles, pero no cuenta con la infraestructura y el compromiso del gobierno para poder explotar de una manera más rentable la creación de alimentos para consumo nacional.
Las autoridades mexicanas deberían reflexionar sobre las cifras que arrojó el estudio y realizar un plan integral, donde se incluya un mejor precio a los alimentos, mayor distribución al mercado, mayor calidad y regulación del gobierno a la siembra o cuidado de los cultivos para poder cubrir las necesidades de alimentación en la población mexicana.
@Losirritantes
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