El 42.4 por ciento de los hogares en México, señalan haber tenido miedo de que la comida se acabe; la cifra se incrementa en ocho entidades de la República, siendo Tabasco el de mayor porcentaje, con 63.3 por ciento.
Las cifras anteriores las arrojó la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto en los Hogares 2016 (ENIGH) presentada por el del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en agosto de este año.
La ENIGH lanzó, además, que 11.8 por ciento de los hogares del país simplemente se quedaron sin comer, lo que se traduce en 11.3 millones casas, donde el hambre prevaleció.
Sin embargo, esto es un promedio; el INEGI comunicó que la cifra es mayor en entidades como Tabasco, donde el 30 por ciento de los hogares se quedaron sin comer, por falta de recursos.
El mismo instituto estimó que el año pasado la tercera parte de las familias mexicanas pasaron hambre, muy a pesar de la Cruzada Nacional contra el Hambre, impulsada por Enrique Peña Nieto.
Estas cifras resultan más estridentes cuando se compaginan con las ofrecidas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) diciendo que más del 37 por ciento de los alimentos producidos en el país se desperdician.
El desperdicio ocurre desde dos aristas: la oferta y la demanda. En la oferta se da, cuando los productores no consiguen pasar los estándares de exportación o no levantados en la cosecha, por falta de recursos.
En la demanda se da, simplemente cuando el consumidor no lo aprovecha y lo tira a la basura en un estado aún útil.
Sumados ambos, la cantidad de alimentos da lo suficiente como para alimentar a 7.4 millones de personas en extrema pobreza; más del 50 por ciento de lo que la ENIGH del INEGI, reveló que se quedaron sin comer el año pasado.
De acuerdo con Fernando Soto Baquero, representante de la FAO en México, el problema no es la falta de alimento sino su desperdicio, pues si tan sólo se desperdiciara un tercio de lo que actualmente se pierde, sería posible tener tasa cero de hambre.
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